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Capítulo 7
Oración para Cruzar y Fructificar
5 de mayo de 2022
En las últimas semanas, estoy intuyendo en mi espíritu que, en nuestro círculo de influencia o contacto, hay algunas personas y parejas que están en trance de cruzar su Jordán. En concreto, estoy pensando en alguna persona y varios matrimonios y, por supuesto, en todos aquellos que Dios ha señalado para esta crisis del Jordán.
Orando al respecto durante mi paseo matutino la mañana del 5 de mayo, creí entender que el Señor me llamaba a escribir este artículo con base en dos premisas fundamentales, que Él nos ha señalado muy claramente hace bien poco. Primeramente, que estamos en el 'kairos' de cruzar el Jordán, y, en segundo lugar, en el 'kairos' de la fructificación.
Así como Abraham, Isaac y Jacob, viéndolos en conjunto, pueden entenderse como árboles individuales en periodo de formación, crecimiento y disciplina, hasta su fructificación en tribus o como pueblo (cuerpo), así también lo es ahora para los pioneros que ya hace tiempo cruzaron su Jordán.
Ya no es tiempo de Josué-s y Caleb-s o de unos pocos que ocasionalmente logran cruzar, espían la tierra, regresan y esperan para volver a cruzar con el resto. Ahora los sacerdotes están ya parados en el lecho del río, sobrellevando en sus hombros la carga para que los demás crucen al otro lado y, poco a poco, algunos van entrando en “modo de cruce”.
Esos pioneros, otrora solitarios, están fructificando. ¡Cuáles árboles empiezan a dar fruto! Sus vástagos empiezan retoñar, y su árbol hasta ahora solitario vislumbra ya su pequeño bosque en derredor. Viene algo así como lo que pasa con las palomitas de maíz, que tardan en saltar, pero cuando empiezan a explotar lo hacen casi todas a un tiempo.
Si usted está leyendo estas líneas, se identifica con este tiempo oportuno y cree que le llegó su turno de cruzar, acuda al Tribunal Divino, solicitando el oportuno socorro para este transcendental paso.
También nosotros debemos acudir como Cuerpo, a modo de matronas que asistan en estos partos. Para ello proponemos la siguiente:
Oración
Padre celestial, vengo ante Ti en el nombre de Jesús y cubierto con su sangre.
Reconozco mi extenuación, confusión y extravío durante muchos años en el desierto pentecostal [1].
Reconozco mi cautividad y que tuya es la justicia y mía la confusión de rostro, como oraba Daniel en su cautiverio babilónico (Daniel 9: cap. 7 - 8). Reconozco que lo que tengo no es la vida victoriosa y abundante de paz, gozo y amor que las Escrituras y Dios nos invitan a alcanzar. Reconozco que permanecer en Pentecostés es servirte en la fuerza de la carne del viejo hombre, es llevar una vida anímica en la esterilidad de las obras muertas, la religión y el humanismo. Reconozco que la piedad religiosa es fingida o afectada. Reconozco que el paisaje que me ha circundado todos estos largos años, salvo excepciones, no se puede decir que sea el de la buena tierra que fluye leche y miel, sino el de un seco desierto de esteriliddad, desánimo, frustración, desencanto, depresión, incredulidad y quejas.
Parece que algo no está bien en mí, no en Ti, ni en los demás, ni en las circunstancias, sino en mí. Me siento como Jeremías en Lamentaciones capítulos 2 y 3 y no me queda más remedio que gritar con todas mis fuerzas junto a Pablo -cuando al final de Romanos 7 tuvo que contarse por muerto para poder entrar en la vida victoriosa de Romanos 8-, “¡Miserable de mí, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?!” (Rom. 7: 24). Sí, camino arrastrándome, como con un cadáver putrefacto, mi cuerpo de muerte, atado a mí y no puedo desprenderme de él por mis propias fuerzas.
He tomado (o tomaré) esos ungüentos (revelaciones) de lecturas y oraciones, que los hermanos que me han precedido me han recomendado, para ser ungido para la sepultura y ayudarme a entender este momento o proceso espiritual en mi vida, de cruce de la vida a la VIDA ABUNDANTE (Jn. 12: 24).
Entiendo que mi alma (el vaso de barro) debe ser totalmente quebrantada hasta la muerte, para que mi espíritu (el perfume de nardo puro) sea derramado, inunde todo mi ser y pueda fluir libremente hacia los demás (Mar. 14: 3; Jn. 12: 3).
Padre, toma pues esta oración como mi declaración de impotencia, de dimisión, de rendición. Ya no puedo, ni quiero, servirte más en mis fuerzas, como aquel que solo ha oído de Ti, sino como aquel que puede verte o conocerte con sus propios ojos y no solo por referencias (Job 42: 5).
Por tanto, me declaro crucificado y muerto con Cristo, cosas que en semilla recibí en mi justificación y que ahora quiero compartir como experiencias reales (2ª Tim. 2: 11).
Padre, me has permitido llegar al final de mis fuerzas y experimentar el cáliz de aturdimiento de la cruz hasta las heces, conocer lo que es sentirse como un cadáver andante y entender que mi corazón es más engañoso y perverso que todas las cosas (Jeremías 17: 9) y te ruego que en alguna manera también me permitas experimentar en mi espíritu la angustia “sepulcral” de soledad, extrañamiento, encierro y falta de aire, de una manera real; para que mi revelación de que debo saborear en alguna manera la sepultura, como Jesús lo hizo, sea atestiguada por una experiencia real que permanezca grabada indeleble en mi interior.
Padre, que esta declaración sea como un “certificado de defunción” que autorice mi sepultura en las aguas del Jordán (Rom. 6: 4), para que pueda andar en la novedad de la vida de resurrección, a la que Tú me levantarás.
Entro, pues, en el "sepulcro", en el que, como Lázaro, esperaré tu llamado a salir fuera (Jn 11: 43). Entiendo que aquí las viejas aguas del Jordán de la vida del viejo hombre se cortan y el velo de la carne es rasgado separando mi alma y mi espíritu (Heb. 4: 12).
Entiendo que durante el tiempo breve de sepultura debo soltar absolutamente toda actividad espiritual de pesamiento, palabra u obra (Sal. 46: 10), pues los muertos no pueden orar, ni leer la Palabra, ni meditar en las cosas espirituales. Solo seguiré con mi rutina de vida en lo natural, hasta oír tu voz diciéndome: "¡Sal fuera!" (Jn 11: 43). Imploro tu ayuda para que así sea y las aguas nuevas de vida del Jordán ahora vuelban a fluir con la luz de la aurora del nuevo día, que irá increscendo hasta la luz perfecta del mediodía (Prov. 4: 18).
Padre ante tu Tribunal, pido que, como ataste las aguas del Jordán, ates ahora a todos mis enemigos físicos o espirituales y circunstancias, deteniendo las aguas para que pueda cruzar. Aparta de mí cualquier temor para que confíe en Ti.
Padre, te doy gracias por haberme concedido participar de los padecimientos de Cristo para llegar a ser un Vencedor, que entra en tu Reposo en "Gilgal" y después conquista el Reino y reina con Jesús (Fil. 3: 10; 2ª Tim. 2: 12; 1ª Ped. 4: 13).
Por favor, lea y medite en esto varias veces, incluyendo las referencias bíblicas (están todas ellas enlazadas y solo tiene que hacer clic. También pueden serle útiles las lecturas que enlazamos al final del artículo).
No tiene por qué orar literlamente las mismas palabras, puede usar las suyas propias en este mismo espíritu. Incluso puede usar las palabras de la oración de Daniel en Daniel 9: 4-19.
Si usted no está absolutamente persuadido en su espíritu, de que este sea su tiempo oportuno para cruzar, de que está en absoluta obediencia y de que, según su leal saber y entender, ha satisfecho todas las demandas que el Señor le haya hecho hasta la fecha de apartar todos los ídolos de su corazón, no se involucre en esto, pues no le funcionará y solo conseguirá añadir más dolor y frustración a los que ahora mismo esté arrastrando.
¡Gracia, misericordia y paz a todos!
José
[1] Nota: Como persona que atravesó la etapa pentecostal durante 9 años muy difíciles y que vivió entre los pentecostales por un total de 20 años, soy consciente de que los hermanos aún ubicados en esta etapa, piensan que los que están en el desierto son los que todavía están en la etapa de la Pascua y que ellos ya están disfrutando de los frutos del Reino: los panes sin levadura y las espigas nuevas tostadas (Josué 5: 11).
Solo imploro a mis amados pentecostales que no se ofendan y que no traten de fingir sobre lo que ellos sienten en su interior y sobre las circunstancias que les circundan. Reconozcan que el pueblo de Israel en el desierto ostentó con profusión los dones y los milagros, pero era un pueblo obstinado en la voluntad de su carne que operaba en la rebelde fuerza anímica del hombre viejo, que no había entrado a su destino final en la Tierra Prometida
Este libro no va contra el pentecostalismo, pues es una fase de nuestro crecimiento personal y como Iglesia, ineludible para alcanzar la fase final de Tabernáculos. La misión de Tabernáculos es precisamente llevar al hombre viejo a la extenuación, para que pueda desistir en su empeño en servir a Dios carnalmente y entonces vuelva en sí, cual hijo pródigo (Lucas 15: 17), y esté dispuesto a regresar al hogar, a la casa del Padre. A todos nos es necesario llegar al fondo de nosotros mismos y morir, ¡para poder entrar a la vida abundante!
Este es un tiempo similar a la transición de la Pascua a Pentecostés. No sean como los cristianos judaizantes de aquel tiempo, que solo estuvieron dispuestos a abandonar las viejas prácticas religiosas del templo, los sacrificios, etc., cuando el juicio de Dios cayó por medio de la mano de Tito, destruyendo el templo y provocando un nuevo cautiverio de hierro en una nueva dispersión.
Esa es exactamente la misión del Espíritu, que tras la luna de miel, nos lleva a la luna de hiel. También Cristo, después de ser bautizado en agua y en el Espíritu, fue llevado al desierto, para ser tentado y acabó extenuado. Pero salió victorioso, los ángeles le ministraron y pudo regresar en el poder del Espíritu y, ahora sí, ministrar en novedad de vida.
Amados hermanos pentecostales, permítanme repetirles la frase de George Warnock, “no se trata de regresar a Pentecostés, sino de avanzar a Tabernáculos”.
Les dejo con un estracto del estudio del libro de Apocalipsis de Stephen Jones, para que entiendan que estar en el desierto no es algo negativo absolutamente, sino un tiempo para recibir revelación y alimento de la Palabra de Dios y pasar a la siguiente fase de maduración.
Lecturas recomendadas:
1- Redimiendo el tiempo del desierto
Cuando Apocalipsis 12: 6 habla del “desierto”, Juan usa la palabra griega eramos, que significa “un lugar solitario, desolado, desértico, deshabitado”. Como de costumbre, aunque Juan usa el griego para expresar su revelación, está pensando con la mentalidad hebrea, por lo que debemos volver a la palabra hebrea para desierto, que es midbar. La palabra hebrea describe un lugar no tan desolado como la palabra griega, porque incluye pastos y no incluye un desierto.
Así que el desierto al que huye la mujer no es un escenario como el Sahara, con dunas de arena estériles que forma el viento al soplar. Es un pasto donde ella puede ser alimentada o “nutrida” (Ap. 12: 14). La principal superposición entre el concepto hebreo y griego es que es un lugar donde ella puede estar sola mientras crece y gana fuerza.
La palabra hebrea midbar se usa en 1ª Sam. 23: 14,
14 Y se quedó David en el desierto [midbar] en las fortalezas, y permaneció en la región montañosa en el desierto [midbar] de Zif. Y Saúl lo buscaba todos los días, pero Dios no lo entregó en su mano.
En la traducción griega (Septuaginta), midbar se traduce como eramos, lo que demuestra que eramos es la forma griega de expresar el concepto hebreo de midbar. ¿Por qué esto es tan importante? Midbar es un sustantivo que se deriva de la raíz de la palabra dabar (la forma verbal). Según los expositores hebreos, la palabra dabar significa “hablar”, pero implica “una conducción de la Palabra” hacia un territorio nuevo e inexplorado. Así leemos en Mat. 4: 1,
1 Entonces Jesús fue llevado [anago, “zarpar, lanzar, empujar”] por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo.
El desierto mismo es el lugar donde uno es impulsado por la Palabra y por el Espíritu para recibir alimento de la Palabra o revelación de Dios. David experimentó esto mientras estaba siendo perseguido por Saúl. La mujer también es perseguida por la Iglesia de Saúl y huye al desierto no solo para protección, sino para recibir una revelación divina de la verdad.
Por lo tanto, el desierto no es tiempo perdido, ni es un mero calabozo o jaula donde nada se logra. El desierto es un lugar de crecimiento espiritual y experiencia, en aprender a escuchar su voz para recibir la revelación de la Palabra. La mujer en Apocalipsis 12 es perseguida por el Dragón en las señales celestiales, pero en la Tierra, la realidad práctica es que la Iglesia Romana persiguió a aquellos que reclamaban a Sara como su madre espiritual. Este es un paralelo directo a Saúl persiguiendo a David, porque Saúl fue coronado en Pentecostés y es un tipo de la Iglesia corrupta en rebelión contra Dios.
No obstante, Dios usa este tiempo en el desierto para traer la revelación de la Palabra mientras construye su nuevo templo, y este principio se aplica a cada persona que alguna vez ha sido conducida al desierto para recibir capacitación adicional. Este fue también el tema de mi libro, El Propósito del Desierto.
2- Libro de Lamentaciones de Jeremías.
3- Etiqueta del blog MANANTIALES EN EL DESIERTO.
4- Etiqueta del blog HACER NADA
5- Libro: FINIS-TERRE AL BORDE DEL JORDÁN
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