CHEQUEO ESPIRITUAL PARA LOS QUE ATRAVIESAN EL TÚNEL: Siéntate y escribe, José

 



Este artículo lo escribí el 26 de octubre del 2015. ¡Hace 7 años! No lo publiqué, pero como me apareció hoy el borrador, tal vez le haya llegado su momento y hoy pueda hablarle a alguien que esté atravesando por circunstancias similares. Sin embargo, tengan en cuenta que cualquier parecido con sus circunstancias personales es pura coincidencia.


José


Jeremías 6: 16

Así dijo Yahweh: Paraos en los caminos, 

mirad, y preguntad por las sendas antiguas, 

cuál sea el buen camino, y andad por él, 

hallaréis descanso para vuestra alma. 

Mas dijeron: no andaremos...


¿Qué? Parece que andas un poco extraviado. ¿No es así? Se ve que no te pintan buenos tiempos, como que algo no está funcionando bien en tu vida…

¡Alto! ¿Por qué no te paras a diagnosticar lo que pueda estar ocurriendo? Seguir caminando en la misma tesitura después de tanto tiempo, te llevará al mismo lugar: a ninguna parte. Mientras sigas haciendo las mismas cosas que haces siempre y que no te funcionan, tus circunstancias no van a cambiar. ¡Qué pesadez!

Analicemos los hechos, lo que ocurre, lo real. Solo así podremos acertar en el diagnóstico de lo que anda mal; porque elucubrar sobre supuestos, hipótesis, futuribles, divagaciones y películas mentales, solo es vanidad y aflicción de espíritu.

Estos son los hechos. Así que siéntate y escribe:

Disconformidad, queja y malestar por casi todo; sacar los pitbulls a tu cónyuge cada tres días, y a los demás también... 

Estás mamado, deprimido, falto de gozo, preocupado... y, sobre todo, cansado, muyyyy cansaaaaaaaado. Pones pegas hasta por la comida, el vestido, la casa... ¿Es acaso el lugar donde vives tan chico que tienes que salir fuera para poder cambiar de opinión? 

Estás regresando a la TV, pasas horas y horas en el Face, el Insta y el Whatsapp. No estás satisfecho con tu trabajo, ni con el de tu cónyuge, piensas que vuestros roles no están bien asignados. 

Quieres mudarte, pero habiendo tenido la oportunidad de trabajar un poco más para lograrlo, no has querido, porque tal vez los del Face te echarían de menos. Estás agobiado bajo la carga de la exigua jornada en el trabajo en el que hoy te tiene Dios... Permaneces seco en la oración y la Palabra... En fin, que según tú, tu vida está al revés en lo espiritual, emocional, sentimental, relacional y circunstancial.

Crees que Dios es soberano y nada ocurre sin su consentimiento, pero te resistes y luchas contra todos y contra todo. ¡Sí, en dos palabras, contra Él!

No, realmente tú no crees en su soberanía, de lo contrario cesarías de luchar. Dejarías de querer cambiar tus circunstancias para permitir que ellas te cambien a ti. Cesarías de anhelar y desear, doblarías la cerviz y aceptarías su yugo. Y, aún mejor: ¡Estarías contento y agradecido!, porque buena cosa es la piedad acompañada de contentamiento.

Parece que tus planes, anhelos, deseos y propósitos a los que te aferras, nunca llegan y oras para que Dios cambie los Suyos, en lugar de adorarle inclinándote ante ellos.

Bueno, reconocerás que a la luz de los hechos esto no se parece mucho a una Tierra Prometida. Un paisaje así, pletórico de cactus llenos de espinas, es muy parecido a... ¡Adivina, adivinanza!… ¿Desierto? ¡Acertaste!

Ciertamente, esos no son los buenos caminos, las sendas antiguas, en las que se halla descanso, gozo y paz. Ciertamente, eso que te rodea es su voluntad, ¡y mira que llevas unos cuantos años transitando por aquí! 

Pero entonces me preguntas, ¿dónde encontraré mi descanso, mi gozo, mi prosperidad?

Te respondo. Tratas de andar en los caminos de Dios, pero tu corazón no está en ellos. Tú escondes y acaricias otros planes, otros arreglos, otros designios... Eso es como decirle a Dios que las circunstancias que ordena para ti no son las correctas y que tú lo harías mejor que Él.

Recuerda, lo que ocurre es la voluntad de Dios. Lo que te ocurre de Él procede. Si tus toneladas de oración, todos tus forcejeos, todas tus luchas por sacudirte el yugo y dictar tus propios planes, no han dado resultado, tal vez sea la hora de claudicar, rendirte y aceptar su perfecta voluntad. Solo cuando lo hagas te sentirás bien. Habrás aprendido la lección y podrás matricularte para el siguiente curso en la escuela del Espíritu. Mientras tanto, ya sabes lo que puedes esperar: desierto, lucha, desazón, frustración, amargura, quejas, depresión, aburrimiento, estancamiento, autocompasión, hipersensibilidad, pelea tras pelea... ¡Eso no suena a pura vida victoriosa!

¿Quién eres? ¿Cuál es tu llamado? ¿Cuáles son tus dones? ¿Qué está haciendo Dios ahora en tu vida? ¿Cuáles son tu luz y tu lumbrera, es decir, los planes de Dios para ti a corto y largo plazo?

¿Dónde estás? ¿Por qué te ocurre lo que te ocurre? ¿Aceptas la voluntad de Dios hoy, ahora mismo, como tu supremo bien? Si cambiaran tus circunstancias externas, ¿estarías satisfecho, o te verías obligado a reconocer que problema reside en tu corazón, que el problema eres tú? ¿Redimes tu tiempo o estás ocioso? ¿Crees que tu cónyuge está sirviendo a Dios o que pierde su tiempo cuando está sentado a sus pies? ¿Seguro que todavía no estás buscando lo material y carnal y que no estás prefiriendo una vida menos consagrada y más holgada? Si te sientes mal, ¿estás seguro de que no es porque estás persiguiendo tus deleites en lugar de su voluntad?

¿A dónde quieres ir? ¿Coinciden tus metas con las de Dios? ¿Tus pensamientos son sus pensamientos? ¿Tus deseos son sus deseos? ¿Estás en condiciones de asumir otro rol, de tomar la dirección espiritual poniéndote al frente? ¿Estás escuchándole a Él como para aceptar eso? ¿Seguro que si Dios te diera gusto no te extraviarías o estancarías?

Recuerda, las circunstancias de tu vida son sus deseos para ti hoy, ahora. ¿Te quejarás o serás agradecido o, al menos, pondrás tu boca en el polvo por si aún hay esperanza?

Recuerda, el árbitro es la paz en el corazón y el gozo es la sonrisa de aprobación del Padre. Si el chivato de la paz se apaga, no estás en Él; si el bombillo del gozo no luce, en algo le estarás contrariando. Algo anda mal, pero no con Dios, sino contigo. Dios nunca se confunde, nuestra es la confusión de rostro y suya es la justicia.

Sí, yo creo que mejor te sientas y escribes. Luego hablamos. ¿Vale?



Comentarios

  1. Amén que gran bendición está verdad, directo al corazón

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