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Capítulo 3
La Señora no aprende de la disciplina
A estas alturas seguramente ya tendremos luz diáfana acerca de dónde venimos, dónde nos encontramos y hacia dónde tenemos que ir. Tan sencillo y evidente se nos hace ahora, que quizás alguien se pregunte: ¿Cómo no nos dimos cuenta antes? ¿Por qué? ¿Por qué la Señora (la iglesia) no vio ni oyó?
Isaías 42: 18-25
18. Sordos, oíd, y vosotros, ciegos, mirad para ver. 19. ¿Quién es ciego, sino mi siervo? ¿Quién es sordo, como mi mensajero que envié? ¿Quién es ciego como mi escogido, y ciego como el siervo de Yahweh, 20 que ve muchas cosas y no advierte, que abre los oídos y no oye?
21. Yahweh se complació por amor de su justicia en magnificar la ley y engrandecerla. 22. Mas este es pueblo saqueado y pisoteado, todos ellos atrapados en cavernas y escondidos en cárceles; son puestos para despojo, y no hay quien libre; despojados, y no hay quien diga: ¡RESTITUID!
23. ¿Quién de vosotros oirá esto? ¿Quién atenderá y escuchará respecto al porvenir? 24. ¿Quién dio a Jacob en botín, y entregó a Israel a saqueadores? ¿No fue Yahweh, contra quien pecamos?
No quisieron andar en sus caminos, ni oyeron su ley. 25. Por tanto, derramó sobre él el ardor de su ira, y fuerza de guerra; le puso fuego por todas partes, pero no entendió; y le consumió, mas no hizo caso.
"Sordos (de la Señora), oíd, y vosotros, ciegos (de la Señora), mirad para ver"
¿Estará el Señor desvariando, que manda oír a los sordos y mirar a los ciegos? ¿O será que estas sordera y ceguera son un tanto especiales?
Sí, se trata sordera y ceguera de las del peor tipo, de las que padecen quienes no quieren oír ni ver, no vaya a ser que se tengan que convertir, ser sanados y entonces se vean obligados a cambiar y crecer; es decir, a hacer lo que tanto les asusta: morir a la carne e ir hacia adelante abandonando el nido, al que tantos se aferran por mucho que mamá águila lo agite para que salten al vacío y aprendan a volar, es decir, a andar en el espíritu (Dt. 32: 11). Temor a soltar todos los apoyos humanos y materiales, temor a enfrentar la verdad, temor al futuro, temor al sufrimiento, temor a tener que “agarrar el toro por los cuernos”.
La Señora realmente no tiene voluntad de cambio, prefiere no ser sanada y seguir con el "paripé", con la simulación. Es ahí donde quiere estar, está muy cómoda como está y repele el duro ajuste que intuye venir. ¡Se esconde de la reprensión, del castigo y del cambio! Cual avestruz esconde la cabeza bajo el ala, pensando que cuando el Señor la escrute con Sus ojos como llama de fuego, no vea lo que está en desorden y pase de largo sin despertarla de su letargo.
La Señora realmente no tiene voluntad de cambio, prefiere no ser sanada y seguir con el "paripé", con la simulación
Esta actitud de la Señora nos recuerda mucho a cierta mujer "postrada" en una silla de ruedas, que ni por asomo quería ser sanada, a quien un evangelista le ofreció orar por ella. A tal ofrecimiento ella contestó: "¡Ni se le ocurra! Durante veinticinco años he cuidado de mi marido y ahora quiero que él cuide de mí, me encanta esta silla de ruedas porque hace que mi marido tenga que dedicarme toda su atención".
Exactamente igual el Señor le dijo al paralítico de Betesda, ¿Quieres quedar sano? (Jn. 5: 6). El Señor sabe que hay quienes prefieren estar acostados en el lecho de sus problemas y preocupaciones, para mendigar la atención y la lástima de quienes les rodean, y no tener que hacer el esfuerzo de ponerse a caminar.
hay quienes prefieren estar acostados
en el lecho de sus problemas y preocupaciones,
para mendigar la atención
y la lástima de quienes les rodean,
y no tener que hacer el esfuerzo de ponerse a caminar.
19. ¿Quién es ciego, sino mi siervo (la Señora)? ¿Quién es sordo, como mi mensajero (la Señora) a quien envié? ¿Quién es ciego como mi escogido (la Señora), y ciego como el siervo (la Señora) de Yahweh, 20. que ve muchas cosas y no advierte, que abre los oídos y no oye?
Definitivamente estas sordera y ceguera son muy especiales, ya que la Señora oye y ve, pero no se lo aplica; no se da por enterada y prefiere hacer la vista gorda, como el sacerdote Elí hiciera con sus hijos (1ª Sam. 3: 13 y ss.).
Es tan grave lo que oculta bajo sus faldas, tan serio lo que se ve y lo que se oye, que nadie se atreve a meterle mano al asunto cogiendo el toro por los cuernos. Los que ven y oyen algo, quizás están también contaminados y no quieren tirar de la manta, para que sus propias vergüenzas no sean aireadas. Es como si existiera un pacto tácito de silencio: "Callémonos, muchos estamos sucios, pero los demás no están mejor que nosotros; nos conviene mirar hacia otro lado; seamos cómplices, seamos listos, a todos nos conviene la oscuridad y seguir con nuestra piedad afectada; sigamos pues con la farsa..."
¿Ceguera, hipocresía o ambas? ¿Qué opinan?
21. Yahweh se complació por amor de su justicia en magnificar la ley y engrandecerla.
El Señor nos ha puesto todo a pedir de boca para cargarse de razón, para que luego no tuviéramos ninguna excusa. ¡Nada ha faltado! Personas, predicaciones, campañas, medios materiales y económicos. ¡Hasta radio y televisión! Una y otra vez el Señor nos ha exhortado, diciéndonos con exquisito tacto y amorosa voz:
"santificaos, volveos a Mí, os amo, os quiero usar…"
“¿Qué pasa entonces, Señor? Salimos a evangelizar una y otra vez y no hay frutos. ¿Por qué?”
22. Mas este es pueblo saqueado y pisoteado, todos ellos atrapados en cavernas y escondidos en cárceles; son puestos para despojo, y no hay quien libre; despojados, y no hay quien diga: ¡RESTITUID!
Hermanos, ¿Se podrá sacar una fotografía mejor que ésta de nuestra iglesia? Tal vez sí, pero sólo en Apocalipsis 3: 14-22, donde el Señor retrata a Laodicea:
Ap. 3: 15, Yo sé tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! 16 Así, por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca. 17 Porque dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.
"Saqueados y pisoteados"
Esto nos recuerda el relato de los hijos de Esceva (Hch. 19: 16), que "fueron por lana y salieron trasquilados". En lugar de saquear ellos a Satanás y pisarle su abominable cuello, fueron ellos los saqueados y apaleados; se les robó la victoria, se les humilló, y fueron objeto de escarnio por su impotencia. Probablemente se oyeran guturales irrisiones demoníacas de fondo: "Ja, ja, ridículos y debiluchos cristianitos. ¿Cómo osáis venir a pelear contra nosotros? ¡Ilusos!"
Así se burlaba y reía Sanbalat de los que levantaban el muro en Jerusalén (Neh. 4: 2b), aunque en ese caso ellos estaban en obediencia, cosa que no podemos decir de nosotros. Así se reían de Sansón los filisteos (Jue. 16: 25). Es como la inutilidad de presionar el interruptor de la luz cuando la central la ha cortado por impago; o como decían algunas de las visiones que se dieron en las iglesias, hablando de conducir con los ojos vendados, del tornillo que no giraba por la mugre del óxido; del enchufe que no funcionaba porque uno de los cables estaba suelto,...
"Atrapados en cavernas"
"En el pozo de la desesperación, en el lodo cenagoso" (Sal. 40: 2). ¡Qué mal se anda hundiendo los pies en el barro! ¡Cuánto pesan los zapatos por el lodo adherido! A duras penas se puede dar un paso. Cuanto más andamos sin salir del pozo, más barro se nos pega. ¡Cuánto pesa el barro del pecado, del mundo, de la carnalidad, de los problemas, de la enfermedad, del desánimo y de la depresión! ¡Cuanto pesa el lodo de la derrota! ¡Tremendo lastre! (Heb. 12: 1).
"Escondidos en cárceles"
"Porque todo aquel que hace lo malo aborrece la luz y no viene a la luz para que sus obras no sean reprendidas", (Jn. 3: 20).
"Mas Yahweh llamó al hombre y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí Tu voz en el huerto y tuve miedo, porque estaba desnudo y ME ESCONDÍ" (Gén. 3: 9-10).
Nos recuerda el chiste del ya dormido Edwind Louis Coole en una Conferencia de Hombres en Madrid:
“Un hombre le contaba a su amigo como había venido con renovada hombría de la conferencia cristiana y al llegar a su casa se decidió al fin a enfrentar a su mujer. Tal fue el asunto, le contaba al amigo, que había conseguido que mi esposa se pusiera de rodillas. El amigo, intrigadísimo, le preguntó qué le decía ella mientras estaba de rodillas. Respondió, Mi mujer me decía: 'Sal de debajo de la cama y pelea como un hombre'”...
¿Qué les parece? ¿Para reír o para llorar? Da risa pero tristemente innumerables hombres cristianos no asumen su rol de sacerdotes del hogar por miedo a sus esposas.
Así está el pueblo de Dios. ENCERRADO en la cárcel del pecado y sujeto con los grilletes de la INCREDULIDAD y la MURMURACIÓN. De ahí también mucho del juego espiritual sucio y subterráneo que se practica en nuestra "Champions League Evangélica".
¡Puestos para despojo y no hay quien les libre!
A punto de ser devorados y nadie puede hacer nada. Algunos, como mucho, están en la parálisis del análisis. Nadie sabe, puede o quiere reaccionar. Han pasado muchos predicadores, mucho se nos ha exhortado, muchísimo han hablado también nuestros propios predicadores, pero todo ha sido fútil. Sin arrepentimiento no puede haber perdón ni cambios.
"El reino, es decir, la vida abundante, está tan cerca como tu arrepentimiento". (Roberto Owens en la Conferencia de Hombres del 2000 en El Escorial-Madrid)
Despojados y no hay quien diga: ¡Restituid!
Devorados al fin. ¿Cuántos no se han ido? Derrotados, sin fuerzas, perdidos en su ceguera y desesperanza...
¡Mal, muy mal, rematadamente mal, estamos mal y se sabe! Sin embargo, ningún valiente se levanta para gritar:
¡¡¡ RESTITUID !!!
Nadie parece arrepentirse y clamar:
"¡Basta ya! Confieso mis pecados, entono el mea culpa; voy a restituir por los daños causados (Luc. 19: 8). Voy a confesar públicamente que te he estado resistiendo, Señor. Voy a salir en medio y extenderé mi mano seca ante todos para que sea sanada (Luc. 6: 8, 10). Les contaré a todos que las más de las veces he sido un saboteador de tu causa, a veces sin quererlo o saberlo; que he pecado, que he estado endurecido, que he errado el blanco, que he estado luchando contra Ti. Señor mío, depongo mi ansiedad, mi amargura, mi odio, mi orgullo, mi ceguera y mi sordera".
"¡Señor! ¡Sálvanos que perecemos!" gritaron los apóstoles en la barca en medio de la tormenta (Mat. 8: 25). "Señor, nuestra barca hace aguas por todas partes y ya no hay manos suficientes para taponar los agujeros. Hemos perdido el rumbo y ya no sabemos si quiera dónde nos encontramos y menos aún hacia dónde dirigirnos".
No nos bastará un arrepentimiento solamente de labios, de "boquilla". El verdadero arrepentimiento se confiesa con la boca, pero además conlleva contrición del corazón, y nos mueve a restitución privada y pública, según toque. Habrá que condenar lo que se pasaba por alto; reconocer a los siervos que no quisieron secundarnos en nuestro desvarío. Deberemos promover sus dones en los jóvenes y niños en el Señor, que congelamos por miedo a que nos ensombrecieran. Se restituirá a Dios, por supuesto, pero también al hermano herido (Mat. 5: 23-24). También habrá que rescatar de entre los escombros el costoso amor de la disciplina correctiva para la restauración de los heridos, según Mat. 18: 15-17 y 1ª Cor. 5.
23 ¿Quién de vosotros oirá esto? ¿Quién atenderá y escuchará respecto al porvenir?
El Señor está en busca de voluntarios, de alguien que al fin reaccione y salga de la pasividad (algunas veces disfrazada de activismo en lo concerniente a las obras y de análisis introspectivo paralizante en lo relativo a las mentes) y quiera empezar a ver y a oír. Alguien dispuesto a escuchar la voz de Dios y a no negarse a contemplar lo que está por delante: la voluntad de Dios para su iglesia local y universal, en el kairos de Dios de este Fin de Siglo.
24 ¿Quién dio a Jacob en botín, y entregó a Israel a saqueadores? ¿No fue Yahweh, contra quien pecamos? No quisieron andar en sus caminos, ni oyeron su ley. 25. Por tanto, derramó sobre él el ardor de su ira, y fuerza de guerra; le puso fuego por todas partes, pero no entendió; y le consumió, mas no hizo caso.
¡De todo, hermanos, nos ha ocurrido de todo! Desde ese "roba ovejas" con nombre de detergente, que de cuando en cuando pululaba entre nosotros al acecho de las descarriadas; hasta enfermedades, tribulaciones económicas, hermanos apartados, bandos enfrentados; los atados por el mucho trabajo y los atados por no querer trabajar;...
¿La causa de todos estos padecimientos? Pues que Dios en su disciplina nos entregó a los saqueadores (algunos incluso a Satanás para destrucción de la carne, 1ª Cor. 5: 5), para purificación y prueba (Deut. 8), por ser aún carnales, vendidos al pecado (Rom. 7: 14).
¿Qué combustible se quema en el altar o en el horno de fuego, sino la carne? Cuando se acaba con la carne se acaba el combustible, se acaba el holocausto y ya no se necesitará tener que sufrir forzosamente por los propios pecados, sino cuando Dios lo requiera, concediéndonos el privilegio del gozoso sufrimiento vicario (Fil. 1: 29; Col. 1: 24; Gál. 6: 2).
¿Qué combustible se quema en el altar
o en el horno de fuego, sino la carne?
Cuando se acaba con la carne
se acaba el combustible, se acaba el holocausto
y ya no se necesitará tener que sufrir forzosamente,
sino cuando Dios lo requiera, concediéndonos el privilegio del gozoso sufrimiento vicario.
También nos advierte el Señor que pecar contra nosotros mismos, nuestros familiares, nuestros hermanos y semejantes, es pecar contra Dios: "Entonces dijo David a Natán: pequé contra Yahweh" (2ª Sam. 12: 13). ¿No es vergonzoso en verdad? ¿Seguiremos pecando aún contra Aquel que murió por nosotros?
¿Nos quebrantaremos dejándonos caer sobre la Roca para obedecer o seremos desmenuzados cuando la Roca caiga sobre nosotros para disciplinarnos? (Mat. 21: 44). Ser desmenuzados a polvo es un juicio bastante más severo que ser simplemente quebrantados.
Lo repetimos: Nuestra barca está tan llena de agujeros que ya no hay manos suficientes para taparlos. No es hora de parchear sino de llevar la barca al dique seco para una reparación a fondo. La barca sólo se puede reparar estando varada y para ello habrá que dejar de faenar, cesar de nuestras propias obras muertas.
No es hora de parchear sino de
llevar la barca al dique seco
para una reparación a fondo.
La barca sólo se puede reparar estando varada
y para ello habrá que dejar de faenar,
cesar en nuestras propias obras muertas.
"No quisieron andar en sus caminos ni oyeron su ley"
Vez tras vez en multitud de predicaciones y profecías, el Señor nos ha exhortado al AMOR y a la SANTIDAD, pero nuestra obstinación ha podido más y vez tras vez Le hemos respondido: “No andaremos” (Jer. 6: 16).
"Le puso fuego por todas partes"
¡Sí! la disciplina del Espíritu Santo arde en la Señora por doquier. Basta mirar hacia los bancos y ver al pueblo ardiendo como teas, en medio del fuego de la prueba. ¡La gente está abrasada! El horno ha sido calentado siete veces, a máxima potencia y ni el olor a chamusquina de la carne asada a lo "Sadrac, Mesac y Abeb-nego" (Dan. 3), nos hace despertar.
¡Sí! la disciplina del Espíritu Santo
arde en la Señora por doquier.
Basta mirar hacia los bancos y
ver al pueblo ardiendo como teas,
en medio del fuego de la prueba.
¡La gente está abrasada!
"Pero no entendió; y le consumió, mas no hizo caso"
¡Qué obstinación! ¡Qué contumacia! ¡Qué orgullo! ¡Que rebelión! Ni el fuego ardiente nos hace reaccionar. Preferimos seguir abrasándonos en la tribulación que claudicar arrepintiéndonos. ¡Estamos dispuestos a todo menos a obedecer! Esto es soberbia, pura soberbia (Jer. 15: 7):
"La obediencia es la última cosa que estamos dispuestos a dar a Jesús. Estamos dispuestos a darle lo que sea, incluso esposa, hijos y trabajo, pero no obediencia. Podemos gastarnos los dedos trabajando, quebrantar nuestra salud física al servicio de los demás, correr hasta perder el resuello en pos de nuestra perfección moral y atosigarnos de oraciones, lecturas, reuniones, (y, añadimos nosotros, incluso dispuestos a pastar como Nabucodonosor) etc., pero obediencia... ¡Eso jamás!
(Earl Jabay en "Los dos Reinos")".
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