AudioLibro: FINIS-TERRE AL BORDE DEL JORDÁN 5, Cap. 2 - La Pesca Milagrosa, José

 











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Transcripción:

Capítulo 2

La Pesca Milagrosa


Lucas 5: 1-11

1. Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios.

2. Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes.

3. Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud.

4. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.

5. Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red.

6. Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía.

7. Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.

8. Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.

9. Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él,

10. y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres.

11. Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron.


1. Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios.


"El gentío se agolpaba sobre Él"

Los ungidos, los verdaderos hombres de Dios, no tienen problemas de audiencia; la gente los persigue y los busca, se pegan por estar lo más cerca posible de ellos para escucharlos, como ocurriera con el Señor. Son hombres que, como sal, provocan sed y, como luz, destellan y atraen. Los no ungidos y los auto-nombrados pero no enviados, recorren kilómetros, emplean las mejores técnicas de mercadeo y toda parafernalia externa, para tratar de ocultar o sustituir la VACIEDAD INTERIOR. ¿Desde cuándo el marketing puede suplantar la Vida y el Poder de Dios? ¿Qué es lo que se pretende ganar: adeptos o almas?


emplean las mejores técnicas de mercadeo

y toda parafernalia externa, para tratar de ocultar

o sustituir la VACIEDAD INTERIOR.

¿Desde cuándo el marketing puede

suplantar a la Vida y el Poder de Dios?

¿Qué es lo que se pretende ganar: adeptos o almas?


Algunos ahora hasta dan bocadillos y algunas otras cosas, provocando de antemano que la gente los siga para llenar su barriga y no por hambre espiritual: "Me seguís porque habéis comido (Jn. 6: 26), tuvo que decirles Jesús a los que le seguían tras el milagro de los panes y los peces. ¿Amamos a Dios o sólo sus bendiciones? ¿Buscamos su rostro o sólo sus manos?

Sin embargo, en esta ocasión no hubo bocadillos, pero dice el texto que la gente se agolpaba para oír la Palabra, porque tenían hambre y sed de Dios. Igual que ocurrió en el milagro de los panes y los peces antes de que fueran saciados, porque ellos no sabían que de "postre" vendrían los sándwiches.

Pensamos que el Señor ya nos presagiaba lo que puede ocurrirnos si mezclamos, por norma, el pan espiritual y el natural; o, peor todavía, si sustituimos el primero por el segundo. Así que tengamos cuidado con los bocadillos, dejémoslos para quienes quieran una iglesia de comilones y bebedores, cuyo dios sea su vientre. Cuidado también con regalar sin discernimiento otras cosas, incluso biblias, para que nos sigan. ¡No vendamos barato el evangelio!: "Compra la verdad y no la vendas" (Pr. 23: 23). La Verdad requiere que se pague un precio, no es fácil de adquirir y, por contra, no se puede vender.

Leíamos hace poco en una revista sobre la iglesia misionera sumergida, que en África no podían regalarse libros cristianos a los pobres, porque cuando eran gratis no los leían; tenían que vendérselos, para que los apreciaran; eso sí, a un módico precio, asequible a sus bolsillos. Así fue siempre y así será; solo apreciamos lo que nos cuesta, porque todo lo que vale tiene un precio.

Por otra parte, el Señor nos dice que demos gratis lo que recibimos gratis, por lo que deberemos tener discernimiento según cada caso.



2. Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes.

Nota:

Vemos aquí por un lado al Señor paseando por el lago y a los apóstoles por otro lado afanados en sus quehaceres. ¿No les parece un poco extraño? A nosotros si nos lo parece, pero dejaremos esto para comentarlo al hilo del versículo once.

"Dos barcas estaban cerca de la orilla"

Estaban cerca de la orilla (¿próximas a pasar el Jordán?), baradas reposando del trabajo; quizás preparadas para ir al "otro lado". Estas pudieran ser dos iglesias; una, la de Pedro, ¡la Señora! La otra, alguna iglesia vecina de la zona.


"Habían descendido"

Teniendo que reconocer la derrota de su noche de "pesca", fracasados, frustrados y cansados; habiendo llegado al "cul de sac" (fondo del saco), al final del callejón sin salida, rindiéndose, regresaron a puerto.

La palabra que emplea el texto es "descender", como en Génesis 12: 10, para la bajada de Abram (todavía no era Abraham, el hombre transformado) a Egipto.


"Los pescadores"

¡Qué contradicción! Pescadores profesionales, incapaces de pescar, tienen que volverse de vacío. Pescadores que aún tras una larga noche regresan sin pesca.


"Lavaban sus redes"

¡Las redes estaban contaminadas, inmundas, sucias, rotas,...! ¡Eran instrumentos de pesca inservibles. necesitaban ser lavadas y reparadas! Lavadas con agua pura, santificadas y también remendadas, pues había rotos, a través de los cuales los pocos peces que se capturaban se escapaban. ¡Se fugaban por los rotos! (Mar. 1: 19). Y además lo hacían llevándose tras de sí algunos de los peces que ya estaban en la barca. Eran redes cual cisternas rotas que no pueden retener el agua (Jer. 2: 13).

Esta tarea de lavar y remendar las redes es un trabajo que no puede hacerse en el mar, durante la faena, en medio de la brega; sino solamente en tierra, con la barca varada. No puede hacerse de otra manera por mucho que la impaciencia nos quiera empujar a pescar ya, sin "perder" el tiempo lavando las redes y arreglando los aparejos.


lavar y remendar las redes es un trabajo

que no puede hacerse en el mar,

durante la faena, en medio de la brega;

sino solamente en tierra, con la barca varada.


¿Cómo están tus redes Señora? ¿Están viejas, gastadas y rotas,...? ¿Es tu cebo sugestivo y atrayente o está emponzoñado? ¿Son atractivos para los peces tu barca, tus redes y tus aparejos? ¿Buscas el liderazgo con subterfugios? ¿Por qué cuando lanzas tus redes no se llenan de peces? ¿Quién te está siguiendo? ¿Quién te reconoce? ¿A quién obedeces?…



3. Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud.


"Y entrando en una de aquellas barcas"

Esto nos recuerda aquello de "yo estoy a la puerta y llamo, si alguno abre… entraré..." (Ap. 3: 20). ¡Menos mal que en esta ocasión Simón le dejó entrar y sentarse!

Había dos barcas y el Señor tuvo que elegir una y parece que fue la del "pescador" más celoso, aguerrido, tozudo y obstinado en pescar; eso sí, del "Club de Frank Sinatra"; es decir, "A mi manera".


"Le rogó que la apartase de tierra un poco"

"Santifica tu iglesia un poco, quizás baste subir a un simple collado y no haga falta un gran monte. ¿Estás dispuesto a ello, Simón?"


"Y sentándose enseñaba"

Quizás al ansioso y estresado Simón le irritaría aún más tanta parsimonia, pues le venía a contrapelo. El que antes paseaba mientras ellos faenaban afanados, se sube a la barca ¡pero no para pescar! sino que se sienta. Imaginamos a Simón atacado de los nervios, viendo a Jesús relajado y sentado, mientras "solo él se preocupaba, solo él tenía carga por la obra..." ¿No les recuerda a esto a Marta, la hermana de Lázaro, cuando María su hermana se sentaba tranquila a escuchar al Señor, haciendo a un lado todo lo demás?

El Señor enseñaba, preparaba a la gente ¡no fue una predicación evangelística! El Maestro hablaba para los suyos, para la Iglesia. Tal vez se dirigiera más a los de las barcas que a la multitud. "Sentándose enseñaba". Lo hacía tranquilo, relajado, sin gritar, sin conminar, sin manipular, porque "no es con ejército ni con fuerza"… (Zac. 4: 6). Se puede arrastrar una cuerda desde el frente tirando de ella, pero si la empujamos por detrás se arruga.

Creemos que en esta escena tenemos de nuevo los "cuchillos de Josué" en acción; rasgando los corazones incircuncisos que ya estuvieran prestos para la santificación.



4. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.


"Cuando terminó de hablar"

He aquí el 'kit de la cuestión': "Cuando terminó de hablar". ¡No antes! Solo después que los cuchillos afilados hicieron su trabajo. ¡Es solo cuando el Señor termina de hablarnos y nos da la orden, no antes, que debemos salir a faenar! (Luc. 10: 42)


¡Es solo cuando el Señor

termina de hablarnos

y nos da la orden, no antes,

que debemos salir a faenar!


Mientras Job y sus amigos siguieron argumentando, Dios calló; Él esperó incluso a que el sabio y prudente Eliú, que se mantuvo callado tanto tiempo sin intervenir, callara también, y, entonces, habló.

Mientras no se hiciera silencio y mientras el Señor no terminara de hablar, la barca debió estar quieta, varada en la playa; eso sí, en la orilla, presta para zarpar tan pronto como el Maestro diera la orden. Fue inútil haber salido antes, sería inútil hacerlo ahora. Hasta que el Señor no acabe de decir todo lo que tiene que decirnos, aunque salgamos no pescaremos, solo golpearemos al aire. Hasta que el Señor no nos diga claramente "hoy he quitado el oprobio de vosotros, estáis pisando tierra santa", hasta entonces ¡quietos parados todos! Tenemos aquí el "cuando acabaron de circuncidar a todos" de Josué 5: 8.


"Boga mar adentro"

"Ahora sí, podéis remar; ya están reparadas las redes, ya tenéis mis instrucciones claras y precisas. Ahora sabéis qué hay que hacer, cómo hacerlo, cuándo hacerlo y a dónde dirigiros". Ahora el Capitán sí está en la nave y ha trazado un rumbo claro. Bogar sin rumbo es ir a ninguna parte, es perder el tiempo para volver de vacío, ¡si se sabe!


"Echad vuestras redes"

Limpias, transparentes, reparadas (santificadas y sanadas) de seguro servirán para hacer una buena pesca. Ahora sí no serán impedimento para los peces, ahora sí los que entren no se escaparán por los rotos.


"Para pescar"

¡Gloria a Dios! El Señor nunca tiene dudas. Él no dice: "para ver si por casualidad pescáis algo". No, Él ordena, pues conoce de antemano el resultado. ¡Es omnisciente! Cuando Él nos mande salir a pescar pescaremos; lo que implica que si estamos saliendo y no se está pescando, es que Él no nos mandó salir y lo estamos haciendo por cuenta propia. "Esta es Mi palabra segura que sale de mi boca, no volverá a mi vacía, sino que hará lo que Yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié" (Is. 55: 11).


si estamos saliendo y no se está pescando

es que Él no nos mandó salir

y lo estamos haciendo por cuenta propia.



5. Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red.

Tal vez el cabezota de Simón, aún después de dar la orden el Maestro, tuvo un lapsus mental de duda, cavilando algo así:

"¡Pero quien se creerá que es este sabelotodo! ¿Querrá darme lecciones a mí, el Titán del Lago, un jovenzuelo que de la Torá lo sabrá todo, pero de pescar, nada de nada? ¿Yo, que llevo toda la vida en el oficio, seré instruido por un pescador neófito? ¿No será mejor si no hago caso y sigo pescando a mi manera...?"

¡A Dios gracias que el impulsivo Pedro, quizás mordiéndose la lengua, esta vez no se atrevió a decir lo que pensaba! y, aun dudando del Maestro, contestó comedidamente:

"Maestro, toda la noche hemos estado trabajando y nada hemos pescado"

¡INCREDULIDAD y MURMURACIÓN contra El Señor!

"Mira Maestro, si yo que soy el gran Simón, el titán del Genesaret, ganador de todos los concursos de pesca de Galilea, he venido de vacío, ¿piensas que Tú lograrás algo?" (Dan. 4: 30)…

(¡Simón, cállate que estás más guapo! ¿No te das cuenta que acabas de fracasar durante toda una NOCHE, no ves que es un clamor que ya son muchas noches volviendo de vacío? Calla y mejor reconócelo).


"... después de estar toda una noche faenando…"

(Mejor Simón que dijeras "golpeando el aire"; y además, ¿para quién?) 

… "nada he pescado. ¿Crees que serás más listo que yo, Tú, que nunca has pescado? ¿No querrás hacerme perder a mí, el gran Simón, Titán del Lago, mi precioso tiempo?"

Pobre Simón, que aún no era Pedro, ¡toda una NOCHE! Pero no sufras más, Simón, tras la noche viene el DÍA, y "si crees verás la gloria de Dios" (Jn. 11: 40). Aún después de tanto tiempo muerto que hasta hiedes, resucitarás. Tras tu humillación vendrá la exaltación, porque cuando claudiques Cristo podrá vivir su vida en ti.

Cuando se va con el Señor no hay nada que ocultar, no hay que pescar de noche, a escondidas y a oscuras; Sus redes sin mancha son más transparentes y eso hace que los peces quieran entrar. ¡Sí!, el Señor pesca de día, sin subterfugios, sin componendas; no con mensajes "lights", o cebando la concupiscente carne de la audiencia; no cebándoles con lo que desean oír, sino con lo que necesitan oír; con el evangelio completo, que llama al pecado pecado y al pecador pecador, pero ofrece también la gracia redentora.

El evangelio verdadero que anuncia que entrar al Reino de los Cielos no será fácil, sino que para ello habrán de sufrirse muchas tribulaciones. Un evangelio que no empuja ni manipula, pero que atrae: "Y Yo, si fuere levantado de los muertos, a todos atraeré a Mí mismo" (Jn. 12: 32). El evangelio de la Cruz predicado por crucificados, que destilan el perfume cautivador de Cristo, para muerte o para vida; por siervos que son sal y provocan sed, que son luz y titilan.

Cuando se va con el Señor no hay nada que ocultar, no hay que pescar de noche, a escondidas y a oscuras.


"Nada hemos pescado"

"Mira, Maestro, llevamos muchos años saliendo con payasos, mimo, títeres, guiñol, carpas, evangelistas,..., y folletos, muuuuchooos folletos, sin habernos podido comer ni un rosco, y Tú, así no más, sentadito y de brazos cruzados,... ¿crees que pescarás por tu cara bonita?"


"Mas en tu palabra"

¡Gloria al Señor! ¡Al fin una pizca de fe! Tal vez todavía medio en dudas, aún en sus pensamientos y opiniones, Simón se decide a creer, o al menos a obedecer, la Palabra del Señor.

¡En tu Palabra! En tu rhema, en tu orden de "ahora si marchad, poned la barca en el agua, nos vamos de pesca".

¡Uff, menos mal! ¿Qué hubiera sido si Simón tras pensárselo y dudar, le hubiera contestado no al Señor? Muy sencillo, el Maestro se hubiera bajado de su barca y se habría metido en la de Jacobo (Mat. 4: 21). ¡Ojito Simón, que te la estás jugando! Ten cuidado no vaya a ser que tu barca se quede desierta y no le vuelvas a ver hasta que digas: bendito el que viene en el nombre del Señor (Luc. 13: 35); mira de dónde has caído y arrepiéntete, no sea que tu candelero sea removido (Ap. 2: 5).




6. Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía.


"Y habiéndolo hecho"

¡Al fin OBEDIENCIA, gracias a Dios! ¡Por fin Pedro desechó la INCREDULIDAD! Dejó de pensar, de hablar, de replicar y refunfuñar contra el Espíritu Santo, e hizo lo que por tanto tiempo se le estaba mandando hacer, pero se negaba a prestar atención (1ª Sam. 15: 22).


"Encerraron gran cantidad de peces"

Encerraron, esto es quedar bien atrapados, sin posibilidad de escapar.

Gran cantidad: ¡Hurra, el avivamiento soñado!

En cuanto Simón se dejó de murmurar, refunfuñar y de contradecir, para obedecer, aunque fuera con dudas y con una débil fe, la red se llenó; y lo hizo de una manera mucho más allá de lo que hubiera podido entender o esperar; tanto que...


"Su red se rompía"

No cabían en su barca (iglesia), en la que tenía, no en la presunción de una más grande que se pensaba construir en previsión de que alguna vez los peces llegaran...

Primero los peces encerrados en la red, luego las grandes barcas; primero las almas, después los locales de culto grandes... El pueblo del Señor se las arregló con un Tabernáculo y tiendas desmontables y ambulantes, hasta que se conquistó la Tierra. El desierto de Pentecostés no es lugar para detenerse a construir casas, y mucho menos casas artesonadas; sino para tiendas desmontables, pues hay que seguir avanzando hasta la Tierra prometida de Tabernáculos.


El pueblo del Señor se las arregló

con un Tabernáculo y tiendas

desmontables y ambulantes,

hasta que se conquistó la Tierra.

El desierto de Pentecostés no es lugar

para detenerse a construir casas,

y mucho menos casas artesonadas;

sino para tiendas desmontables,

pues hay que seguir avanzando

hasta la Tierra prometida de Tabernáculos.


"No estoy diciendo, 'regresemos a Pentecostés'; estoy diciendo, '¡avancemos!'” (George H. Warnock)

Ni tan siquiera David, hombre de GUERRA, pudo construir el Templo; tuvo que venir un hombre de PAZ, Salomón, para que pudiera ser levantado. Aprendamos pues la lección: primero nos rendimos, se acaba la guerra en el corazón, se deja de luchar. Luego se construye el templo y Él vendrá y se nos manifestará, llenando ese templo. No empecemos la casa por el tejado.

Las piedras del templo de Salomón debían ser talladas en la cantera. Solamente cuando estuvieran terminadas podrían ser ensambladas en su lugar en el templo, donde no se debía escuchar el alboroto de los martillos; solo tranquilidad y sosiego.



7. Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.


"Entonces"

En ese tiempo y no antes. Sólo cuando la propia red se rompa, o esté por romper, pensaremos en otro local de culto; llenemos primeramente la barca hasta la bandera. Empecemos por el principio, que los peces estén primero en la red y luego busquémosles acomodo en barcas más amplias y no al revés. Recordémoslo: el templo se construyó después que la Tierra hubo sido conquistada.


el templo se construyó después

que la Tierra hubo sido conquistada.


"De tal manera que se hundían"

No entraba ya ni un alfiler. Apuremos hasta ahí; aguantemos hasta que la Señora reviente de servicios a la mañana, a la tarde y a todas horas; seamos humildes. Ya nos llegará la hora de llenar las barcas auxiliares de Otxarkoaga, Barakaldo, Lekeitio, Getxo, etc. etc. Tal vez esa otra barca pueda ser una iglesia de la zona, o el nuevo local que se quiere preparar, pero recordemos hermanos: primero llenar la Señora y luego hacerle guiños al local de la calle Maurice Ravel. Que tengamos la red llena de miembros, antes de pensar en el lugar para meterlos.




8. Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.


"Viendo esto"

La obediencia EN fe, trae la visión; somos sanados de nuestra ceguera judicial al obedecer, al humillarnos reconociendo nuestra impotencia, nuestra incredulidad, nuestra ignorancia. "Si se humillare mi pueblo..." (2º Cr. 7: 14).


La obediencia EN fe, trae la visión;

somos sanados de nuestra ceguera judicial al obedecer


"Simón Pedro; cayó de rodillas ante Jesús"

¡A la tercera va la vencida! En los versículos tres y cinco sólo eras digno de ser llamado Simón, pero después de obedecer si mereces tu nuevo nombre: Pedro, el Simón transformado. ¡Simón ha muerto, viva Pedro! ¡Aleluya!

Ahora Pedro tenía un corazón circuncidado (*); como cuando Abram pasó a ser llamado Abraham: "entonces Abram se postró..." (Gén. 17: 3, 5). O como cuando Jacob venció al Señor en Peniel (ser derrotados, ser doblegados por Dios es vencer), para dar paso a Israel, el príncipe de Dios que reconoce la soberanía de Dios (Israel, significa 'soberanía de Dios'). O como cuando Saulo fue arrojado del caballo de la soberbia para que Pablo pudiera ser levantado.
(*) NOTA:

Probablemente esa no fuera la circuncisión del corazón de Pedro, sino un fuerte encuentro con la autoridad de Jesús, uno de esos mazazos que dejan a uno anonadado y que sin duda nos marca de alguna manera.

"Señor mío y Dios mío", dijo Tomás.

"¿Porque has visto has creído (Pedro)? Dichosos los que creen sin haber visto" (Jn. 20: 29).

¡Hasta Pedro tuvo que ver para creer! ¡Qué gran consuelo para nosotros que Abraham, Jacob, Pablo, Tomás, Pedro, etc. fueran tan incrédulos como nosotros! Qué bien que, aunque fuera a "toro pasado", Pedro confesara su pecado de INCREDULIDAD y MURMURACIÓN y, postrado, adorase, confesando a su Señor:

"Yo no soy nada, Tú eres Dios, Tú eres el Señor. ¡Tú mandas! ¡Síííí, Whuana!"



9. Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él,


"Porque... el temor se había apoderado de él"

Este versículo al comenzar por la conjunción "porque", nos está señalando la causa de la postración de Pedro. Qué pavor, qué espanto, qué terror: ¡Un encuentro con la AUTORIDAD y el poder de Jesús! ¡Qué temor y temblor el del hombre que llega a su Peniel particular (Gén. 32: 24 y ss.), para tener un encuentro real con la autoridad del Señor: escalofríos, temblor, sudor, estómago revuelto, extrema debilidad, ¡pánico mortal! recorren su cuerpo, al reconocer al Personaje Invisible contra quien venía luchando con contumacia; al darse cuenta de que a Quien venía resistiéndose era el Espíritu Santo y no otro. Es aquí donde uno quiere esconderse, no haber nacido, o estar muerto y ¡no puede! El “trágame tierra” quizás pueda ser algo parecido a esto, pero más intenso aún, era lo que deberían estar sintiendo aquellos que pedían a los montes y a las peñas que cayeran sobre ellos y les cubrieran (Éx. 20: 19; Os. 10: 8; Luc. 23: 20; Ap. 6: 16)
Nota:

No nos atrevemos a afirmar si este encuentro fue para Pedro el quebrantamiento de Peniel, que acabara de romper su hombre exterior, o uno de los encuentros fuertes con la autoridad de Dios que le preceden.
Pero esto era una gran bendición disfrazada, Simón no volvería a ser el mismo nunca más; en adelante sería Simón-Pedro, más cercano ya al 'Pedro a secas' que emergería después de su hundimiento por las negaciones, cuando apresaron al Señor. Tan terrible fracaso lo transformó profundamente en un instante, como ocurre en la doma de los potros salvajes, y aparece ahora al fin Pedro, el Simón descaderado, rengo, sumiso y quieto delante del Señor.


escalofríos, temblor, sudor, estómago revuelto,

extrema debilidad, ¡pánico mortal!, etc.

recorren su cuerpo, al reconocer al Personaje Invisible

contra quien con contumacia venía luchando;

al darse cuenta de que a Quien venía resistiéndose

era el Espíritu Santo y no otro.


Hasta ese milagrazo Simón no había entrado en contacto real con el Jesús divino, con el Jesús Dios, con el Rey de Gloria en su Autoridad, Majestad y Omnipotencia; solamente conocía al Jesús hombre (de ahora en adelante a nadie conocemos según la carne, dijo Pablo en 2ª Cor. 5: 16). De la misma manera nosotros necesitamos esos encuentros, esos fracasos, esos tremendos ridículos, que nos hagan morder el polvo y nos avergüencen públicamente sin apelación posible, para que nuestros ojos sean abiertos a esa dimensión más allá de la salvación inicial del espíritu, a esa realidad del Jesús entronizado y soberano, a quien solo experimentamos en un principio como poco más que simple figura histórica. Es así que aprendemos a reconocer y acatar que Jesús es el JEFE y que Él manda.

Un encuentro así con su Autoridad trae mucho más que reverencia; trae humillación, postración, rendición absoluta, temor sagrado, miedo mortal a volver a luchar con Dios, a desobedecerle. Trae la exclamación de "¡uff, por un pelo no he perdido mi barca, mi predestinación e incluso mi vida! Sólo su misericordia me ha salvado. Solo soy un tizón arrebatado del incendio por los pelos; 'no moriré sino que viviré, me castigó gravemente Yah, mas no me entregó a la muerte'; fui sanado, iré y no pecaré más, para que no me venga algo peor" (Gén. 32: 30b; Zac. 3: 2; Sal. 118: 17-18; Jn. 5: 14).

Sí, hermanos, es en nuestro encuentro real con la autoridad, es cuando la tocamos, que descubrimos al verdadero Contendiente de nuestra pelea: EL SEÑOR. ¡Sí!, era Él quien durante todo ese tiempo atrás nos hablaba; era Él quien se nos oponía; Él contra quien discutíamos, argumentábamos y poníamos excusas. Sí, era Él queriendo hacernos pasar por esa puerta estrecha a la que nos resistíamos a entrar forcejeando ferozmente; era Él el Jinete que nos montaba y al que sacudiéndonos frenéticamente queríamos descabalgar a toda costa. Sí, era esa la cruz que se nos asignaba y no queríamos cargar, y aún menos abrazar, porque nos repugnaba. Sí, estábamos resistiéndonos a dejar morir al viejo guerrero, nuestro viejo YO. Sí, éramos nosotros negándonos a echar al "ISMAEL" (nuestro ministerio de autonombrado u ordenado por el hombre pero no por Dios) que nuestra ambición había engendrado en el lecho de nuestra impaciencia, y al que a pesar que nos zahería no queríamos despedir junto a su madre la Carne. No eran nuestras esposas, ni nuestros hijos, ni nuestras odiadas y poco lucidas ocupaciones "ministeriales", profesionales o domésticas, ni nuestros diáconos, ni nuestras "ovejas"; no eran las enfermedades, ni la ansiedad, ni el trabajo secular, ni nuestra escasez de fondos, quienes nos frenaban e impedían. No eran las personas que nos rodeaban, ni las circunstancias; ¡Nada de todo eso, sino Dios! No eran las situaciones que el Señor no hacía nada por cambiar y que obstinadamente queríamos evadir en lugar de someternos a ellas; no era la falta de poder, ni de medios, ni que no fuera su tiempo, aunque nuestra ceguera no quisiera reconocerlo. ¡No!, no era nada de todo eso, sino el Ángel de Yahweh cerrándonos el paso, como lo hiciera con Balaam, apretando nuestro pie contra el muro (Números 22: 25), para tratar de impedirnos llegar al lugar al que nunca debimos haber ido. La fricción en el caminar no es de Dios. Me gusta decir que la vida en la carne es con calzador, la vida en el espíritu es con vaselina.


Sí, éramos nosotros negándonos a echar al "ISMAEL"

(nuestro ministerio de autonombrado

u ordenado por el hombre pero no por Dios)

que nuestra ambición había engendrado

en el lecho de nuestra impaciencia,

al que a pesar que nos zahería

no queríamos despedir junto a su madre la Carne.



la vida en la carne es con calzador,

la vida en el espíritu es con vaselina.


Quizás queríamos ayudar a Dios a cumplir la promesa que nos hizo, ayudarlo a hacer su obra. Sin embargo ahora ya sabemos que Dios se basta solito para cumplir lo que promete y que solo Él hace sus obras; es más, no acepta obras que no sean Suyas, por muy buenas que a nosotros nos parezcan. Él obra como y cuando quiere y de forma sobrenatural, para que no nos quede ninguna duda de que fue Él quien lo hizo y no nosotros. Él nunca compartirá su gloria con nadie. Solo ha esperado a que agotáramos nuestras fuerzas y retiráramos nuestras manos del asunto, de nuestras vidas, para que sentados, quietecitos, en reposo y en descanso, pudiéramos contemplar al Dios de toda Majestad y toda Gloria, cumpliendo sus propósitos sin el baldón del concurso de nuestras "ayuditas", esas metidas de nuestras manos, que siempre abortaban los milagros que Él estaba gestando para nuestras vidas.


contemplar al Dios de toda Majestad y toda Gloria,

cumpliendo Sus propósitos

sin el baldón del concurso de nuestras "ayuditas",

las metidas de nuestras manos,

que siempre abortaban los milagros

que Él estaba gestando para nuestras vidas.




10. y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres.


"No temas"

¡Cuán misericordioso es el Señor! Sabe que nuestro encuentro real con Él nos derrite cual mantequilla, nos hace temblar como niños aterrorizados; por eso no se demora en tocarnos y decirnos: "no temas":
"Cuando Le vi caí como muerto a Sus pies. Y Él puso Su diestra sobre mi diciéndome: no temas" (Ap. 1: 17; Dan. 10: 7-10).

"Desde ahora"

"No temas, todavía no vas a morir (Is. 6: 5), pero de hoy en adelante más te vale hilar fino"; 've y no peques más' (Jn. 5: 14; 8: 11). Antes no me conocías como el Dios temible, desde hoy habrá una diferencia en tu vida, ya no serás el mismo que eras, serás un hombre quebrantado, clavado a la Cruz; permanece ahí sin bajarte" (Gál. 2: 20).


"Serás pescador de hombres"

"Si amado Pedro, antes pescabas pececillos, o creías que los pescabas, ahora pescarás almas"...

Los abrojos no pueden dar higos, algunas higueras tampoco, pero las higueras cavadas y abonadas si los darán.

Se acabaron los juegos, llegó la hora de la verdad. Hasta aquí se nos permitieron ciertas cosas, pero es el momento de HIGOS EN LA HIGUERA, de SANTIDAD EN LOS SANTOS, de ESCLAVOS DE CRISTO EN LA IGLESIA, de CRUCIFICADOS PREDICANDO LA CRUZ. Pero no temas, "Yo estaré contigo, no te dejaré ni te desampararé" (Jos. 1: 5).

Damos gloria a Dios por hacer extensivo este santo temor (no simple reverencia) a sus compañeros de faena Jacobo, Juan, etc.

"No te preocupes Pedro, fuiste desnudado, pero ellos también. En adelante te serán verdaderamente fieles sin que tengas que apantallar que eres lo que no eres. Precisamente por ser valiente y sincero al confesar tu pecado, no solo no ha disminuido la autoridad que creías tener y no tenías, sino que ha aumentado delante de los ojos de tus compañeros; porque el que se humilla será enaltecido (Luc. 14: 11). Por tanto, pon tu vista en Mí y olvídate de lo que los demás puedan pensar; eso es asunto Mío y no tuyo; ellos te respetarán cuando vean, ahora sí, Mi autoridad en ti".

Así es. La vulnerabilidad, la sinceridad, el quitarnos la careta y el disfraz, nos eleva ante los ojos de los demás; aunque el diablo siempre quiera convencernos de lo contrario. Dios no está preocupado por nuestro "caché". No, Él nos desnudará de nuestra hipocresía y, siempre que nos haga falta, nos avergonzará delante de los demás, despojándonos de nuestras hojas de higuera, para que nos demos cuenta, y los demás también, de lo que somos en realidad.



11. Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron.

(Aquí se nos presenta una escena muy similar a la de Laodicea, donde el Señor de la casa está llamando, para que los que se olvidaron de Él dejándole afuera le permitan entrar. También muy parecida a la escena del final de los episodios de "Los Picapiedra", donde Pedro Picapiedra aporrea la puerta y grita a su esposa Vilma para que le deje entrar a su propia casa, de la que su propio gato le acaba de echar.

Vemos en este relato de Lucas al Señor por un lado PASEANDO, y a los discípulos por otro lado "PESCANDO". Triste realidad, pero así fue.

En el capítulo anterior de este evangelio (4: 38-39), podemos apreciar que el Señor ya entraba a la casa de la suegra de Pedro; de donde deducimos que ya había una relación previa entre ellos.

¡Sí!, el Señor había llamado a Pedro con anterioridad y este le siguió. Pero ¿había dejado todo al seguirle? Quizás no. Tal vez sí. Pero de lo que no cabe duda es que la entrega no fue total o que después se produjo una vuelta atrás. Puede ser que Pedro gradualmente se fuera retrayendo y regresase a sus ocupaciones de antes. Probablemente obró de ese modo en medio de la frustración, porque el Mesías no daba de sí tanto como él se pensaba al principio. ¡Con Jesús el éxito en el ministerio no acababa de llegar! Parecía no tener mucha prisa en eso y mientras de algo había que comer. ¡Había que buscarse las habichuelas! Tal vez pensó, que se había precipitado al seguirle..., o que no debía de haber sido tan radical...

Pedro tenía un temperamento no muy acorde con las demoras y la parsimonia, con los entrenamientos y los sermoncitos. El lo que quería es ir al grano sin dilación, quería pescar y creía que en su nuevo oficio ahora sería igual. No se daba cuenta que una vez que pasamos a engrosar la nómina del Señor las cosas no son como antes y que las habilidades naturales tampoco funcionan sin Él; porque sin Él nada podemos hacer (Jn. 15: 5). Pedro, como nosotros, estaba al principio más interesado en su proyecto ministerial, su honra y su bolsillo, que en sentarse a sus pies para escucharle, aprehenderle, conocerle, amarle, servirle y adorarle...

Quizás Pedro saliera de su "Egipto" para seguir al Maestro, pero no a tres días, sólo a uno o tal vez a dos. Siguiéndole dentro de la corta distancia estaría con el Señor pero además aún podría divisar el mundo aún no muy lejano y regresar si las cosas se ponían feas y muy cuesta arriba. Así podría tener un ojo puesto en el Señor y el otro en la barca, en el negocio. Saliendo, pero no demasiado lejos, vería al Señor pero también a su familia y a los amigos y estaría cerca de la sucursal de la Caja de Ahorros o del Banco y de la casa de Papi y Mami… Esto por precaución, sólo por si acaso… (Éx. 5: 3; 8: 28; 10: 26).

En resumen, vemos aquí a un Simón muy ocupado en no pescar nada, enfrascado en sus quehaceres al margen del Señor y es que muchos se la pasan tan ocupados fracasando, que no tienen tiempo para triunfar.


vemos aquí a un Simón

muy ocupado en no pescar nada,

enfrascado en sus quehaceres al margen del Señor

y es que muchos se la pasan tan ocupados fracasando,

que no tienen tiempo para triunfar.


"… trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron"

Cuando se traigan las barcas a tierra, cuando nuestras iglesias, dejándolo todo de verdad, paren para acampar en tanto que el Señor esté sentado; entonces, y sólo entonces, estarán siguiéndole a Jesús. No les parece un poco extraño que nosotros estemos "pescando", mientras Él pasea por la playa. Es muy triste pero esos esfuerzos en la carne no son para Jesús, así no le estamos siguiendo a Él, sino desobedeciéndole.


No les parece un poco extraño

que nosotros estemos "pescando",

mientras Él pasea por la playa.


Mateo 4: 20 y Marcos 1: 18, ambos evangelios, tratando del mismo suceso coinciden en que dejaron solamente las redes; mientras que Lucas enfatiza el "dejándolo todo". Esto confirma claramente el argumento que acabamos de presentar, de dos llamamientos: en el primero se le sigue a Cristo con un compromiso a medias y en el segundo, tras el encuentro con su autoridad y señorío, se produce la consagración total, la rendición completa, rompiendo con todos los ídolos. Aquí se trata ya del Señor exclusivamente, sin otros añadidos; aquí, como Abraham salimos de nuestra tierra y de nuestra parentela; aquí ya no ponemos al Señor a esperarnos mientras nosotros aguardamos que nuestra esposa, o quién sea, también venga con nosotros; aquí corremos tras Jesús y dejamos que los muertos entierren a sus muertos… (Mat. 8: 22). Aquí nos paramos sobre la piedra de toque de los vencedores, las palabras del Señor al joven rico:

Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz (Marcos 10: 21).

Ahora sí; la primera vez fue más bien una buena y sincera intención que otra cosa, una consagración condicional, un negocio a lo Jacob en Betel de “si me das te daré” (Gén. 28: 20-22), pero "que si patatín patatán...", Simón fue reculando. Tras su encuentro con la autoridad el afanado Simón se relaja, descansa y se abandona en el Señor con todo el equipo: vida, esposa, hijos, barca, redes, demás aparejos y tripulación. Al fin firma su renuncia como capitán y suelta el timón en manos del Gran Capitán de nuestras almas. Entrega las riendas y todo al Espíritu Santo, para que lleve el mando de la nave, conformándose con ser un marinero de abordo. Empieza a obedecer órdenes en lugar de ordenar; sobre todo, a estarse quieto, a no hacer absolutamente nada que su Capitán no le haya previamente mandado; a no hacer sino lo que ve hacer al Padre (Jn. 5: 19). El ex-Simón, ahora Pedro, empieza a reconocer la hermosa y dulce voz del Espíritu Santo, que decía oír, casi nunca oía y anhelaba oír; empieza a reconocer el silbo o susurro apacible en la quietud de cuerpo, mente y espíritu. ¡Qué maravillosa voz!


Al fin firma su renuncia como capitán

y suelta el timón en manos del Gran Capitán

de nuestras almas.

Entrega las riendas y todo al Espíritu Santo,

para que lleve el mando de la nave,

conformándose con ser un marinero de abordo.


¡Aleluya! ahora los bueyes en lugar de ser arrastrados tiran del carro. ¡Gloria a Dios! Porque si los discípulos ahora le siguen es que al fin Él marcha al frente. Ya no se le adelantan a intentar "pescar", sino que ahora le siguen para pescar. Por fin la Nube Santa vuelve a dirigir la marcha; esa Nube que mientras ellos hacían díscolos escarceos por su cuenta y riesgo al margen de Dios, siempre estuvo quieta, esperándolos en el lugar del desvío ("Mira de donde has caído y arrepiéntete", Ap. 2: 5. Es decir, vuelve a ese lugar donde dejaste atrás al Espíritu Santo sentado, esperando tu regreso).

¡Al fin se le devuelve la iglesia al Espíritu Santo! ¡Al fin el tren retorna al cambio de aguja en que se tomó la vía equivocada y se dejó al Maquinista en la estación y se le invita a subir de nuevo abordo! ¡Por fin al Dueño de la Iglesia, que tiene los nudillos de la mano sangrantes por aporrear la puerta de su propia casa, se le deja entrar! (Ap. 3: 20).


Ya no se le adelantan a intentar "pescar",

sino que ahora le siguen para pescar.


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