22 de marzo de 2019
Publicado el 11 de abril del 2022
Hoy en el silencio de la mañana me pareció escuchar, “Arraigados y cimentados en el amor”
Ef. 3: 17-19
… arraigados y cimentados en amor, ... 18 ... seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que sobrepasa a todo conocimiento, para que seáis llenados hasta toda la plenitud de Dios
Durante el paseo matutino, la Palabra vino de nuevo a mis pensamientos y la relacioné con
Rom. 8: 35-37
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿tribulación, angustia, …? En todas estas cosas somos más que vencedores …
El texto de Efesios dice "en amor". Hoy lo entendí como un anclaje en SU amor, no en el amor mío hacia Él, que siempre es pobre y ruin. De hecho, llevo unos días pidiéndole que me conceda su amor para amarle, su fe para confiar en Él y su esperanza para aguardar en sus promesas.
Creo que el Señor me está diciendo que en las tribulaciones o crisis debo mantenerme fuertemente anclado, arraigado y cimentado en su amor; esto es, en que Él nunca es duro, vengativo o severo conmigo; antes bien, su amor, gracia y misericordia siempre son anchos, largos, profundos y altos para conmigo. Debo confiar en Dios cuando las cosas no van bien, no solo cuando no tengo problemas.
A veces nuestro mayor pecado es pensar que por tal vez habernos confundido u oído o interpretado mal su voz, Él nos está retribuyendo. Este pecado considero que aún es mayor que otros, como tener nuestro interés mezclado o no puro, buscando no solo los intereses del Señor sino también los nuestros. O que seguir adelante en lugar de detenernos cuando buscando lo propio involucramos a otros, para "ayudarles a conseguir sus objetivos", estando más interesados en alcanzar los nuestros que los suyos. O que cuando varios síntomas externos indican que nos hemos desviado del camino, en lugar de detenernos, proseguimos adelante en nuestro alejamiento.
Esto nos pasa a veces cuando en la oscuridad olvidamos lo que aprendimos en su luz y tratamos de encender nuestras propias teas, encender nuestro propio fuego, en lugar de esperar y confiar en la revelación que recibimos y en su amor inconmovible por nosotros. A veces ocurre que recibimos una revelación, la creímos y obedecimos; pero después, cuando nuestra fe es probada, dudamos y nos autoflagelamos o culpamos a Dios o dudamos de su amor y su gracia.
Isaías 50: 11He aquí que todos vosotros encendéis fuego, y os rodeáis de teas; andad a la luz vuestro fuego, y de las teas que encendisteis. De mi mano os vendrá esto; en dolor seréis sepultados.
Dios se basa siempre en el principio de la resurrección y aun cuando Él mismo nos haya metido en un negocio o ministerio, Él lo lleva a muerte y sepultura, para después levantarlo. En tales casos debemos permanecer firmes en la luz primigenia que recibimos y no impacientarnos tratando de encender luces propias, para salir del atolladero.
¿Y si nos confundimos y fuimos engañados y lo que pensamos que era de Dios fue un engaño?
Incluso si así fuera, todavía estaríamos cubiertos por su amor y su gracia.
No debemos pensar que la guerra es ficticia. Es una batalla real y el enemigo no utiliza balas de fogueo. Pero aunque hayamos sufrido algunas heridas o tropiezos, seremos sanados y saldremos victoriosos, pues a la postre Él honrará nuestra fe.
Heb 6: 18
para que por medio de dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fuerte consuelo los que nos hemos refugiado para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. 19 La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo,
José
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